La reciente celebración del congreso mundial de telefonía 3GSM en Barcelona pone de manifiesto el creciente impacto de la movilidad en la era de la sociedad del conocimiento. Así, cada vez más, las empresas toman nota de los adelantos tecnológicos que el siglo XXI nos ofrece y mutan gradualmente, no sólo sus productos y servicios sino también sus formas de trabajo -la manera de trabajar que tienen sus empleados- a nuevas realidades del mercado. Unos cambios que deben estar orientados, principalmente, a aumentar la productividad, asignatura especialmente pendiente en la empresa española ya que sólo ha crecido un 0,9% en la última década y se encuentra 16 puntos por debajo de la media de la UE.
A las compañías no les queda más remedio que adaptar su arquitectura corporativa catalizando la innovación hacia novedosas formas de trabajo que proponen sistemas dinámicos y flexibles, desligados de planteamientos tradicionales más rígidos y estáticos. Se acabó el estanco trabajo de oficina de horarios fijos y localizaciones determinadas. España es, según publica The Economist, el quinto país del mundo dónde más horas pasan los profesionales en su puesto de trabajo. Son datos preocupantes. En tiempos de accesibilidad global la movilidad se convierte en la asignatura pendiente que el tejido empresarial debe aplicar en todos sus procesos. Esta movilidad nos permite, hoy, trabajar desde diferentes localizaciones: las oficinas de la compañía, las del cliente, en casa del propio trabajador, en salas de espera de aeropuertos, etc. Pero eso no es suficiente, la empresa moderna necesita disponer nuevos y variados espacios de trabajo, más adaptados a la tipología de las tareas que se realizan que a la jerarquía de las personas que los utilizan.
La tecnología puede ayudar también a conciliar la vida laboral con la vida familiar, y esta conciliación es un objetivo hacia donde parece dirigirse todas las empresas y administraciones. Un 6% de la población de la Unión Europea trabaja ya desde casa, nuestra sociedad ha comprendido que estas medidas no sólo mejoran la eficiencia y la productividad empresarial sino que hacen la vida más fácil a los trabajadores. Según el último estudio del integrador tecnológico Avanade, el 70% de la empresa española cree que la movilidad mejora la eficiencia, alejados aún del 90% registrado en los países nórdicos pero por delante de Alemania u Holanda, con cifras alrededor del 50%. La movilidad implica novedosos conceptos dentro de la arquitectura laboral que destierra la propiedad de los espacios de trabajo que dejan de estar asignados y pasan a estar disponibles para ser usados por cualquier profesional.
La movilidad obliga a la digitalización de la información, para que esté disponible en cada momento y lugar que se precise, y la no propiedad de los espacios implica el establecimiento de políticas de mesas limpias. Las compañías mutan y adecuan el diseño de sus espacios para adaptarse, lo más eficazmente posible, a la polivalencia requerida por el nuevo entorno.
La informatización de la sociedad (en España el 54% de los profesionales trabajan delante de un ordenador) cambia las reglas del juego en el entorno de trabajo. La mutabilidad del trabajo ha convertido, en tiempos de i-Pods, Podcasts y Blackberrys, al talento en el protagonista, en la primera materia prima a la que las empresas deben las mejores condiciones para su desarrollo. La automatización tecnológica permite al empleado liberarse de las tareas rutinarias y convertirse en sujeto pensante, lo que lo potencia y convierte en la clave del éxito empresarial en la era de la Sociedad del Conocimiento.