Carta a mis amigos españoles
No soy español. No me harán a la fuerza. Quiero mucho a mis amigos españoles. Amo también mucho la cultura española y su lengua, que es también mía. Pero no puedo compartir ni aceptar vuestra incomprensión y animaversión hacia las culturas y lenguas de los pueblos vecinos de la península ibérica. Ni el espíritu centralista y colonialista de la política española. No comprendo tampoco el silencio del pueblo culto y generoso con el que he convivido tantos años. No entiendo porque no han habido protestas contra el "a por ellos" que se sintió como clamor en muchos lugares de la piel de toro. Ni contra los encarcelamientos desproporcionados a que están sometidos los políticos catalanes.
Parece que ya no se me considere como uno de vuestros hermanos sino como un personajes ajeno o, incluso, como un inmigrante de cultura foránea. No os dais cuenta que la lucha no es contra el pueblo español ni contra sus instituciones, es una lucha por la libertad. La libertad de expresión, la libertad de elegir los gobernantes, libertad de decidir la forma de gobierno, libertad de vivir con democracia y en paz.
La convivencia debe estar basada con unas reglas aceptadas por todos pero no pueden ser unas reglas inamovibles e interpretadas por una determinada ideología política. Unos cuantos no pueden imponer su visión del Estado y menos aplaudir la arbitraria actuación de sus fuerzas contra otros paisanos. Tampoco otros pueden actuar al margen de la convivencia acordada. Pero si no hay diálogo, ni voluntad de iniciarlo, la situación se hace incontrolable. La culpa es de todos pero eso no es excusa para no encontrar soluciones.
El uso de la fuerza no cambiará mis convicciones. No es el camino. Puede que conversando pueda entender lo que pretendéis, o yo sea capaz de haceros llegar mis inquietudes. La fuerza, por muy cargada de razón que esté, no llevará a ninguna parte. O, en todo caso, puede llevar a crear situaciones indeseadas de violencia y contestación. La represión es una fórmula típica de los estados del siglo pasado o de paises de baja calidad democrática.
No estamos hablando de independencia o de destruir España, estamos hablando de democracia. Estamos hablando de derechos humanos. Del derecho de las personas a pensar y opinar de forma diferente o de decidir el modelo de convivencia que quieren con sus vecinos. De este Estado, inicuo i cruel, hace tiempo que mi alma se ha ido pero seguro que, si hablamos, hallaremos soluciones y puntos de encuentro. Podemos luchar juntos contra la involución democrática que nos atenaza? Puedo no ser español y convivir, con dignidad, junto a vosotros o cerca vuestro? Seguro que sí. Porque no lo intentamos?
Josep M. Vilà
23 març 2018
Josep M. Vilà Agosto 2017