Muchos creen que es la historia la que forja los pueblos pero, en realidad, son los pueblos, o algunas de sus gentes, los que forjan la historia. Y no con el fin de enaltecer su pasado ni de justificar el presente, cómo pudiera parecer a primera vista, sino con el fin de preparar el futuro que quisieran para ellos y, desgraciadamente, para todos los demás.
Este es el caso de la España, de algunos, que concebida como unidad de destino en lo universal pasa ser eterna. Siempre ha existido y siempre existirá, con el mismo talante e idiosincrasia, resistente a toda perturbación y evolución. Para éstos su historia es reveladora del futuro que anticipan y pudiera resumirse brevemente de esta forma:
"La España de Indibil y Mandonio que ya desde los tiempos más remotos había sido objeto de la codicia de griegos y fenicios, colonizada y expoliada por éstos, fue finalmente invadida por los romanos en búsqueda de sus riquezas minerales. Pese a la heroica resistencia de los españoles de Numancia y Sagunto los invasores se hicieron con el poder.
Los visigodos consiguieron expulsar a los romanos del poder y se hicieron españoles nada más llegar, y además católicos, pasando sus reyes a ser considerados como los primeros reyes españoles. La España de Chindasvinto, Leovigildo y Recaredo que estaba llamada a proseguir su heroico destino.
No tardaron en aparecer nuevos invasores esta vez desde el sur: los moros. En pocos años conquistaron toda España, acorralando a los resistentes en un pequeño reducto cerca de Covadonga. Trajeron consigo extrañas costumbres, exagerados ropajes y una impía religión que trataron de imponer a todos los habitantes.
Desde el reducto asturiano, Don Pelayo inició una larga y gloriosa reconquista que duró cerca de 700 años. En un nuevo derroche de heroicidad la España de Guzmán el Bueno y el Cid Campeador volvió a triunfar sobre sus invasores. Los moros fueron expulsados y también los judíos, que subrepticiamente se habían introducido en el país durante los últimos mil años, ya que contaminaban la unidad racial y religiosa de la España de los Reyes Católicos.
El poderío y esplendor alcanzado rinde a sus pies a media Europa, Alemania, Austria, Italia y los Países Bajos pasan a depender de su corona y, además la lleva a descubrir nuevos mundos. Que, en lugar de invadirlos, procede generosamente a incorporarlos a su lengua y religión, como una madre solícita hace con sus hijos, para asombro del mundo entero. Asombro y envidia, que siempre van juntas, generaron la leyenda negra: la España de Felipe II y de Torquemada en cuyos territorios no se ponía nunca el sol.
Pero una vez más la codicia extranjera se cernió sobre el país y fue de nuevo invadido. Esta vez por los franceses que, además de armas, trajeron nuevas y extrañas ideas. Nuevos episodios de heroica resistencia enaltecen la España de Daoiz y Velarde.
Finalmente los extranjeros son expulsados pero, desgraciadamente, sus ideas no. Desde entonces las invasiones proceden del interior. En primer lugar los liberales, luego los comunistas y finalmente los progresistas, que no paran de producir trastornos, e incluso guerras, poniendo a prueba la España Nacional.”
Lo que siempre me ha llamado la atención en este relato es la clarividencia histórica desplegada para identificar lo que era la España Nacional y lo que no. Portugal se incorpora pero es rápidamente rechazada; en cambio Cataluña se acepta, menos el Rosellón y parte de la Cerdaña que evidentemente no deben pertenecer; y sin embargo Gibraltar y el islote del Perejil son plenamente aceptados. Nunca sabremos la opinión de Indibil y Mandonio a este respecto.
Esta España es profundamente territorial y transcendente y, por lo tanto, excluyente que diferencia entre “nosotros” y los “otros” que nos han visitado.
En cambio existe otra España que no es una unidad sino una diversidad, consecuencia de los intercambios producidos por iberos, celtas, griegos, fenicios, romanos, godos, árabes, judíos, etc. Que incluye el reflejo de todos los demás y se ve reflejada en ellos.
Que no tiene un destino histórico que cumplir, sino que es un lugar de encuentro de la diversidad. Un lugar para la convivencia de las creencias. Un puente entre América y Europa y el Mediterráneo. Un espacio para la fertilización entre sus culturas.
Y que no está preocupada por su transcendencia universal y eterna, sino que vive enfocada en lo actual. Que lo que le preocupa es conseguir ser hoy un lugar de encuentro para su diversidad y convivir hoy con los que somos hoy. Lo importante es el presente, cada presente, mañana el encuentro será en la diversidad de Europa y dentro de mil años en la del mundo, o en la de la galaxia ¡qué más da!