Recientemente se ha etiquetado de quimera alguna opción política resultante de la manifestación popular del pasado 11 de septiembre en Catalunya. No es de extrañar.
Quimera era un ser fantástico de la mitología griega que aterrorizaba la población y que fue vencido por Belerofonte montado en, el caballo alado, Pegaso. Dicen que era un ser monstruoso con cabeza de cabra, cuerpo de león y cola de serpiente. Un ser imposible, razón por la cual su nombre pasó a significar, en el mundo greco-romano y posteriormente en el occidental, una idea o una propuesta imposible. Por lo general se utiliza en un sentido peyorativo, dirigido hacia aquellos que no son capaces de darse cuenta de que lo que plantean o persiguen es, obviamente, un imposible.
Pero, en realidad, el sentido profundo del mito se refiere más bien a Quimera como una novedad disruptiva. Una idea nueva que, por su capacidad transformadora del orden establecido, aterroriza a la sociedad, o a un grupo determinado de ella. Los cambios nunca son bien vistos, especialmente por los más favorecidos, ya que pueden alterar su posición o intereses en el conjunto de la sociedad. Por esta razón las novedades, desde las más remota antigüedad, han sido siempre tildadas de monstruos peligrosos a los que hay que eliminar. El detalle de que Quimera era un ser femenino y que exhalaba fuego por su boca, refuerza más los elementos de temor e incomprensión que acompañan siempre a las innovaciones.
Pero, afortunadamente para el progreso de la humanidad, siempre hay un héroe capaz de perseguir una Quimera y, como Belerofonte, vencerla y convertirla en realidad. Hace pocos años poder ver, y hablar, con una persona situada en otro continente era una quimera poco seria, e incluso infantil, reservada para los seguidores de los cómics de Dick Tracy y de las series de Star Trek. Hoy los ingenieros la han conquistado y la comunicación global está al alcance de las capas más humildes de nuestro mundo.
La ciencia y la técnica estudia y persigue quimeras para vencerlas. Los hombres y las mujeres, así como los pueblos, también persiguen nuevas formas de relacionarse, organizarse y ser más felices. Es decir persiguen cambios hacia un mundo mejor, necesariamente diferente. Torquemada los reprimía en su lucha contra lo diferente. Hoy también el mundo se divide en Belerfontes y Torquemadas. Los que persiguen algo diferente y los que lo detestan.
Así se tilda de quimera a un posible nuevo modelo de relación entre los pueblos de España. Un nuevo encaje de colaboración entre vecinos. Juntos o al lado pero siempre vecinos de geografía e historia, de intereses económicos y comerciales y de intercambio cultural.
Las quimeras son fascinantes pero se las debe tratar con respeto y precaución por que nunca son fáciles de conquistar y convertirlas en realidad. Sin quimeras qué perseguir la vida no vale la pena. Todo seguiría siempre igual en un mundo homogéneo y gris incapaz de evolucionar.