Ser o pertenecer: El primer ferrocarril de España
La historia no son los hechos sino sus interpretaciones. Como todo el mundo sabe pero nadie parece entender. Las interpretaciones varían, o se inventan, según se trate de “nosotros” o de “los otros” y finalmente la historia oficial pasa a ser utilizada para justificar la transcendencia de cada pueblo.
Pero ¿quienes “somos” nosotros? Y en el caso de España ¿quiénes “son” los españoles? Parece sencillo pero no es tan fácil. En efecto si se pregunta cuál fue el primer ferrocarril de España, la respuesta oficial es: el tren de Barcelona a Mataró, inaugurado en 1848.
Este tren se realizó por iniciativa de Miquel Biada un catalán, que hizo fortuna en Venezuela y Cuba, y que, al volver a su ciudad natal de Mataró en 1840, dejó claras sus intenciones cuando manifestó: “apuesto diez mil pesos que después de transcurridos cuatro años de mi llegada a España, iremos desde Barcelona hasta Mataró en el ferrocarril que mandaremos construir”.
Y también por el esfuerzo de Josep Ma. Roca que vivía a Londres y conocía bien el desarrollo del ferrocarril británico y los medios necesarios para su financiación. El objetivo de la construcción del ferrocarril era el de poder trasladar las manufacturas textiles al puerto de Barcelona y, en el futuro, facilitar las exportaciones a Francia. El proyecto fue aprobado por la reina Isabel II en 1845, una vez modificado para adaptarse al ancho de los seis pies castellanos, que se acaba de imponer por ley para todos los futuros ferrocarriles españoles.
Pero hay otra respuesta a la pregunta sobre el primer ferrocarril de España: el tren de La Habana a Güines, inaugurado en 1837 y completado en 1838.
En efecto, la élite capitalista española a imitación de la burguesía industrial británica se propuso adoptar este nuevo método de transporte para facilitar el acceso de los productos de la caña de azúcar y el tabaco al puerto de La Habana. Fue impulsada por Marcelino Calero, un editor andaluz afincado en Londres y buen conocedor del ferrocarril británico, que lo propuso al gobernador general de Cuba, el catalán Dionisio Vives i Planes, en 1830 y que, finalmente fue aprobada por la reina Isabel II en 1834.
Precisamente Miquel Biada, cuando estaba establecido en Cuba con intereses en la industria del tabaco, formó parte de la junta promotora de este ferrocarril de donde extrajo la experiencia para llevarlo, más tarde, a su ciudad natal.
La diferente respuesta, a la pregunta del ferrocarril, se centra esencialmente en qué se quiere entender por quienes “somos” España. Si el vocablo España se refiere a los territorios que define la constitución española de 1978, el primer tren fue el de Barcelona a Mataró. Pero si el vocablo se refiere a los territorios de la corona española, el primer tren sería el de La Habana a Güines. Es decir, depende de considerar si Cuba “era” España o si “no era” España en 1837.
Pero “ser” o “no ser” España no parece una cuestión trivial y varía según el interlocutor. Así, para algunos, Cuba no “era” España sino una colonia que “pertenecía” a España; como tampoco lo “era” el Rosellón y la Cerdaña, del principado catalán, que fueron cedidas a Francia en el tratado de los Pirineos; ni Portugal que se independizó del imperio español al que “pertenecía”. Mientras que, para los mismos, sí lo parece “ser” Gibraltar, cedida a Inglaterra por el tratado de Utrecht y repetidamente reclamada por el gobierno español, o también la isla del Perejil y Melilla, reclamadas por el reino de Marruecos, por ejemplo.
“Ser” o “no ser”, esta es la cuestión. Que, en el fondo, corresponde a “ser” o “pertenecer”. “Ser” es algo permanente predeterminado desde la noche de los tiempos, mientras que “pertenecer” es algo temporal. Si se “pertenece” se puede dejar de pertenecer por cesión, conquista o independencia. Pero si se “es” no se puede dejar de serlo. Por lo que la pregunta que se hacen los soberanistas catalanes es: en cuál categoría lingüística, de las anteriores, se encuentra Cataluña ¿”es” o “pertenece” a España?
Porque pudiera ser que, según la respuesta que se dé a la pregunta anterior, el primer ferrocarril español acabe siendo: el tren de Madrid a Aranjuez, inaugurado en 1851. Promovido por el marqués de Salamanca con el fin de llevar las fresas de Aranjuez a Madrid y la realeza a su palacio de verano.
Cosas de la historia y de sus historiadores que parecen, como decía Friedrich Schlegel, “profetas que miran hacia atrás”.
Josep M. Vilà
7/4/2016