– Buenos días.
– Buenas noches.
– ¿Está Vd. nadando?
– No, me estoy ahogando.
– ¿Es Vd. negro por casualidad?
– Lo soy de nacimiento.
– Entonces no tengo más remedio que dispararle con la escopeta.
– ¡Vaya!
– Pero no se preocupe que es con pelotas de goma.
– ¡Menos mal!
– Además no le voy a apuntar a la cabeza.
– ¡Ah! Bueno.
– Sólo voy a disparar al agua para evitar que pueda salir Vd. del mar.
– Glu, glu....
– Estese quieto no sea que le vaya a dar en la cabeza...
– Glu, glu, glu....
– ...Sin querer ¡eh! Que somos buena gente.
– Oiga ¿no podría mirar un ratito hacia otro lado? Así conseguiría llegar a la orilla.
– Pero ¿qué se ha creído Vd.?
– Es que hace un frío de dos pares de pelotas.
– Es que Vds. se lanzan al agua sin ninguna preparación.
– Me he lanzado con lo puesto. No tengo otra cosa.
– Sólo faltaría que le tuviera que dar un traje de neopreno y un salvavidas.
– Pues no estaría mal.
– Sí ¡hombre! Vds. los extranjeros son insaciables.
– Y si le dijera que soy un turista extranjero que me he caído al agua.
– ¡Ah! Entonces sería otra cosa. Vendrían los de salvamento marítimo y le sacarían del agua.
– Pues, definitivamente, soy un turista.
– ¿Un turista negro? No cuela.
– Es que he tomado mucho el sol, viajando por el Sahara.... Y, además, de noche siempre parezco más oscuro de lo habitual.
– Esto es un poco irregular. Tendré que consultarlo con el jefe.
– Pues vaya y pregúntele.
– (Clic, clac, clic, clic,.... Ring, ring....)
– ....
– ¿Jefe? Mire es que... Sí...vale... vale...¡vale!
– ¿Qué dice?
– Que ahora está repasando las leyes, y los protocolos, que son muy complicadas y que, de momento, no hagamos excepciones.
– ¡Hala!
– ¡Ah! Y que le diga que, en todo caso, la culpa la tiene Europa y el gobierno anterior.
– Pues apaga y vámonos.
– Buenas noches.
– Buenos días.