– Buenos días.
– Buenas tardes
– Vengo a anunciarles que la crisis es algo del pasado.
– ¡Ah! Pues voy corriendo a pedir que me devuelvan mi puesto de trabajo.
– No se confunda. Eso no tiene nada que ver.
– ¡Vaya!
– El crecimiento de los puestos de trabajo es algo del futuro.
– Y mientras tanto que hacemos en el presente.
– La receta de la abuela: agua y ajo.
– ¿Qué?
– A aguantarse y a joderse.
– Me lo temía.
– Lo importante es el futuro. Se lo aseguro joven.
– ¿Por qué es más importante que el presente?
– Porque en el futuro están las elecciones.
– ¡Claro!
– Y les vamos a reducir los impuestos y a aumentar el crédito…..
– ¡Que bien!
– ….y esto volverá a ser una fiesta.
– Para los de siempre
– Si. Pero si ganamos otra vez, entonces habrá puestos de trabajo para todos.
– En el siguiente futuro, evidentemente.
– Veo que lo ha entendido. ¡Hay que mirar siempre hacia el futuro!
– ¿Y que hacemos con el pasado?
– Olvidar y perdonar.
– Será para los de siempre: los corruptos, los estafadores, los que no saben nada de lo que hacen sus parejas, etc.
– Si. Pobres. Menudo lio que tienen.
– ¿Y para los otros qué?
– ¡Hombre! Callar y esperar.
– Esto suena a otros tiempos.
– No hay para tanto, que podía ser peor.
– ¿Seguro?
– Sí. Por ejemplo, los hombres de negro no han venido y sólo han servido para espantar, como antiguamente hacían los hombres del saco con los niños.
– Para así obligarnos a tragar las horripilantes medicinas de su reforma.
– Pero que les han curado para que puedan disfrutar de un futuro esplendoroso.
– ¡Qué Dios le coja confesado! En el futuro naturalmente.
– Buenas tardes.
– Buenos días.