La autopista

Mesina, Sicilia (Italia) 2006

26/12/2006


Después del consabido baño nos disponemos a ir a cenar, repitiendo uno de los restaurantes que hay en la costa junto a Taormina, para luego subir con el teleférico y repetir, también, el helado de la otra noche.

Sacamos el coche del aparcamiento y decidimos ir por la autopista. No está demasiado cargada de tráfico pero al llegar al túnel, anterior a la salida de Taormina, aparece un camión en el arcén con un hombre agitando una gran bandera amarilla. No parece ser parte de los festejos del pueblo, así que reduzco la velocidad y, efectivamente, al llegar a la salida veo que está totalmente colapsada con dos filas de vehículos tratando de acceder al carril de la salida. Otro hombre, jugándose la vida, está con otra banderola amarilla tratando de impedir que se forme otra cola por el tercer carril y se bloquee, así, totalmente la autopista. 

Tenemos escasos segundos para decidir.

 —  Vamos hasta la siguiente salida y volvemos por la carretera de la costa hasta Taormina —  digo convencido de que debe haber algún espectáculo en Taormina que produce semejante atracción. Mi mujer asiente y seguimos hacia el norte por la autopista.

Al cabo de dieciocho kilómetros se indica la salida de Rocalumera. Parece que estamos salvados pero la escena se repite. Dos largas colas de coches parados frente a la derivación de la salida y otro hombre, jugándose la vida, con una banderola amarilla.

—  Vamos a la siguiente salida —  digo de nuevo un tanto alarmado —  por algún sitio nos dejarán salir. Mi mujer mira el mapa y me dice que la siguiente salida está a unos veintisiete kilómetros.

En un recodo de la autopista miramos hacia la playa y la vemos llena de gente y una gran cantidad de tiendas de campaña montadas. No cabe duda esta noche debe haber una celebración que se realiza en la playa. Ahora entendemos las aglomeraciones que hemos encontrado al bajar del Etna y la insistencia de la recepcionista para que nos quedáramos a cenar esta noche en el hotel.

No tenemos otras alternativas. Estamos atrapados. Yo creía que estar atrapados consistía en estar quietos en un lugar cerrado sin poder salir, pero en este caso estábamos en movimiento y, precisamente no podíamos parar. Como Keanu Reves y Sandra Bullock en High speed con su autobús que no pueden parar so pena de que explote una bomba.  Bueno nosotros sí que podemos parar en un arcén pero no serviría para nada, salvo que nos quedáramos a dormir allí. Tampoco podemos cambiar de dirección ya que para eso habría que salir de la autopista y el atasco lo impedía también.

—  Bueno ya que no podemos hacer nada para remediarlo, vamos disfrutar de esta excursión inesperada —  digo deportivamente y nos preparamos para relajarnos y contemplar el paisaje como si estuviéramos en un tren. If you can't beat them joint them.

En efecto el paisaje es bastante impresionante ya que la autopista discurre por el borde de un acantilado introduciéndose, de vez en cuando, en un túnel. Al otro lado del mar se puede distinguir la Calabria, cada vez más claramente a medida que vamos acercándonos al estrecho de Mesina. La luz crepuscular tiñe de un color amarillo-rojizo las rocas por donde pasamos y las realza aún más. Obviando nuestra situación y lo incierto de nuestro destino, la excursión no estaba mal.

Llegamos a la salida de Tremestieri y el atasco seguía igual. Seguimos y, un poco más lejos, aparece un peaje. Pensamos que allí tendríamos a alguien con quién hablar y buscar una solución. Al llegar vemos que está totalmente automatizado y no hay nadie a quién preguntar. Pago a la imperturbable  máquina que, tan amable como  estúpida, me desea “un buen viaje” y aparco pasado el peaje. 

—  Vamos a ver. Hay que convertir este desastre en algo interesante —  digo pensando que no van a fastidiarme las vacaciones por una fiesta local estúpida —.  Esta noche vamos a ir al mejor restaurante que haya en Mesina. Uno con estrella Michelin o uno con cinco tenedores. 

Saco la guía con aire de vencedor y busco el restaurante. Pero no hay ninguno de esta categoría, sólo dos de tres tenedores. No me voy a arredrar por estas minucias. Hoy estoy dispuesto a pasármelo bien. Escojo uno de los dos, "Trattoria Anselmo", que dice en la guía, sirven pescado y marisco. ¡Vamos a por él!

El problema es que, en la guía, no figura ningún mapa de ubicación de restaurantes, sólo la calle, y en el mapa de Mesina no aparece la calle indicada del restaurante. Vuelvo a acordarme del momento en que rechacé el navegador que me ofrecía la agencia de alquiler de coches, pero ya es tarde para lamentos. Justo al lado nuestro aparca otro coche del que baja un hombre que, por su aspecto, parece un ciudadano local. 

—  Por favor ¿me puede indicar cómo puedo llegar a la Trattoria Anselmo? —  le digo enseñándole el mapa de Mesina.

—  ¡Uy! Este restaurante esta en Ganzirri —  contesta, tras unos interminables segundos,  pienso que estamos salvados y que, al menos, podremos cenar —.  Ha de salir de la autopista en la última salida de Mesina y seguir por una calle muy larga hasta llegar al lago. Allí está.

Se lo agradezco y arrancamos con el coche hacia Mesina, que está, según el mapa a una decena de kilómetros. La salida, sorprendentemente, no está colapsada y nos adentramos en la ciudad. La calle larga es la que bordea por el lado del mar. Pasamos el puerto, unas interminables dársenas, un parque de atracciones rebosante de gente, una serie de chiringuitos de comidas también llenos de gente y un inacabable paseo junto al mar abarrotado de gente. Debe ser la forma de celebrar la fiesta en los lugares sin playa.

Pero la Trattoria Anselmo no aparece. Afortunadamente porque si aparece en ese lugar hubiéramos preferido quedarnos sin cenar. Mi mujer se inquieta y me dice que por qué no pregunto. Paro en una gasolinera y pregunto.

—  Sí, sí. Es más adelante Mucho más adelante —  contesta la chica rubita del mono azul. Al menos, pienso, todo el mundo conoce la Trattoria Anselmo.

Seguimos adelante. La calle finalmente parece que abandona Mesina y se mete hacia el interior, bordeando un gran peñón que aparece a nuestra derecha. La calle y se convierte en una carretera que discurre por un bosque. Empieza a cundir el pánico ya que seguimos atrapados, aunque ahora sea por falta de información, pero seguimos adelante porque no tenemos más remedio,. 

El bosque se hace más espeso y nos damos cuenta que estamos perdidos. Deberíamos volver. De repente, delante de nosotros, se ilumina todo el paisaje y aparece un lago rodeado de casas de pescadores y de ¡restaurantes!, como en un cuento de hadas. Bordeamos el lago por la derecha y, tras las primeras casas, allí está la Trattoria Anselmo. 

Aparcamos el coche, mal como siempre, y nos introducimos corriendo, como Hansel y Gretel al salir del bosque, en el interior de la casa iluminada y resplandeciente y llena de comida apetitosa. Afortunadamente dentro no está la bruja, con sus galletas y caramelos, sino una mujer morena, y de formas generosas, al lado de un carro lleno de marisco y pescado. Nos acomoda en una de las pocas mesas disponibles. El local es muy acogedor y confortable y nosotros, los niños perdidos, estamos eufóricos.

 Al fin hemos conseguido salir de nuestra jaula metálica y estamos en un magnífico restaurante al borde de un lago. Pedimos mejillones a la marinera y escogemos dos pescados del carro para hacer a la brasa. Disfrutamos de la cena como ningún día quizás porque, esta vez, la habíamos tenido que sudar más de lo habitual y, seguramente también, porque la podemos considerar como un premio a nuestra cabezonería.

Después de cenar damos una vuelta por el pueblo que sigue estando muy animado, a pesar de la hora, y por el alrededor del lago que en realidad, según la guía, es una laguna separada del mar por una barra de tierra. La luz roja que se ve al fondo está en lo alto de la torre eléctrica que une Sicilia con la península italiana. Estamos en Ganzirri, ¡justo en la punta más al norte de la isla!.

Luego cogemos el coche para volver al hotel como cada noche sólo que, en esta ocasión, tenemos que recorrer ochenta kilómetros. Afortunadamente la autopista esta expedita y en poco más de una hora estamos en el hotel totalmente eufóricos y felices. ¡No han podido con nosotros!


Josep M. Vilà

26/12/2006


 


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