En la mesa y en el juego se conoce al buen amigo
Amigo Carlos. Algunos dicen que nos conocimos de estudiantes pero no es verdad. Nos conocimos, en el sentido de conocernos de verdad, jugando a las cartas. También jugando a los dados en el bar de la universidad, donde me enseñaste magistralmente lo que era ser un buen "fulero". Pero sobre todo jugando al Bridge o lo que nosotros creíamos, por aquel entonces, que era ese juego. Luego me enteré que era un juego, muy british, en el que no se puede hablar. Pero nosotros, la banda de los siete, hablábamos sin parar y gritábamos. Y también reíamos, especialmente cuando, mientras se barajaban las cartas, explicabas uno de los chistes de tu inagotable cantera. Eso era jugar de verdad.
Entre partida y partida íbamos a clase y estudiábamos. Y, de vez en cuando, nos reuníamos para repasar y poner en común los indescifrables apuntes ciclostilados que eran nuestra única fuente de referencia y sabiduría. En los pasajes más oscuros yo era el encargado de encontrar una explicación lógica y creíble que, naturalmente, inventaba sobre la marcha y que todos los demás tragaban. Bueno, todos menos tú. Siempre me salías, indicando una figura o fórmula que aparecía tres páginas antes, con un: "oye esto que has dicho antes, no creo que...". Y tenías razón. Y tenía que inventarme otra explicación un poco más sofisticada para ver si te convencía, lo que sucedió muy pocas veces.
Afortunadamente en nuestra vida profesional no hemos tenido que aplicar lo que intentamos estudiar en esos tiempos: la integral de Lebesgue, el teorema de Stokes, el Hamiltoniano y otras lindezas. En cambio si que hemos utilizado lo que aprendimos en el juego: trabajar en equipo, conocer tus fortalezas y debilidades, saber negociar tus posibilidades, saber ganar o perder, actuar con honestidad e inteligencia, apreciar a tus amigos y otras muchas más.
Ahora que ya todos hemos acabado nuestra vida profesional (bueno casi todos porque tu vas, como siempre, tres páginas por detrás) volvemos a reunirnos para jugar, esta vez al Mus. Y volvemos a aprender nuevos valores útiles para nuestra edad y condición, como son entre otros: la paciencia, cuando tu compañero canta chicas y no toca; la templanza, al no saltar a degüello cuando tu compañero no canta órdago y sí toca; o la prudencia, cuando no dices lo que realmente piensas del cante que ha hecho tu contrincante y además le sonríes.
Bueno Carlos: Felicidades por tu 70 aniversario y que podamos seguir jugando, y aprendiendo juntos, muchos años más.